sábado, 4 de julio de 2009

Apuntes de Reforma

Ayer caminé por Reforma, porque lucía espectacular, y sucedió... ahí estaba yo, escribiendo estos apuntes para vos...

Dos veces he visitado Morelia y hoy volví a estar ahí. La primera vez fue en 1998, las circunstancias de mi vida eran muy diferentes entonces... La segunda ocasión corría el 2008; una década después descubrí sus calles... Hoy es 3 de junio y sin necesidad de autobús, de avión o de hotel acabo de descubrirle a Morelua una nueva belleza, sus cielo, sus luces, sus fuentes.

Esa primera ocasión ibas tú, mi querido ABC, con una idea diferente al romance soñado, el viaje se concentró en divetirnos, en jugar como lo que éramos entonces: unos niños. Y sin reproches lo digo, porque justamente eso es lo que más te aprecio y admiro: tu infancia... Viví Morelia como son los cuentos de hadas, donde los sapos son príncipes y las princesas no existen sin castillos.

Luego, la segunda vez, iba acompañada del recuerdo y la voz de mi burbuja... Estuvo conmigo las noches más significativas de su tiempo. Ví Morelia en su luna y en sus estrellas esraban mis ojos. Sin embargo, no me pareció hermosa, faltaba tu presencia, los recuerdos de la visita anterior opacaron la ciudad y el trabajo no ayudó.

Hoy estoy recorriendo Morelia y viviendo México... Tiene colores nuevos y con un poco de imaginación, tiene hasta olor a tierra mojada. Hay fotografías maravillosas de un cielo estrellado, que en ocasiones especiales también aparece en el DF, hay fuentes y unos arcos que maravillan... Sin embargo, creo que esta vez, todas esas imágenes se ven influenciadas por un cariño que me hace sentir viva... es algo que aún no puedo llamar amor porque no es una cuestión de definición.
Este cariño me crea una mirada soñadora y una sonrisa incontrolable, suspiros en los poros.

Y sé que con esto puedo sonar ofensiva pero, prevía excusa para los morelenses, la ciudad es muy bella pero no la encuentro tan espectacular como aquella en la que sueño vivir... Hoy Morelia se ve diferente, tiene colores y olores nuevos y no necesité un autobús, un avión o un hotel para descubrirla... tan sólo me bastaron tus últimas palabras, tu sonrisa, tu olor, tus colores... tu nombre.

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